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lunes, 15 de octubre de 2007

ESTRELLAS...


El viernes, ya de noche, serían las once... tuve que coger el coche...

Tomé el camino de tierra que lleva al siguiente pueblo de Burgos, con la única idea de subir a un pequeño montículo, al que llaman el Alto Pico...

Esta calzada, y este tramo, fue camino de destierro para el Cid... hace ya varios siglos... por aquí salió de Burgos, para cruzar a Soria...

Una vez que llegué al alto, a poco de un kilómetro, aparecieron en el móvil dos pequeñas señales indicándome que ya tenía cobertura, y pude llamar a Madrid... un amigo se quería encontrar con nosotros al día siguiente para comer un chuletón en San Esteban, y este era el único medio de comunicarnos...

Apagué las luces del coche, salí fuera y me encontré con nuestro techo escondido, el que no vemos, el que tenemos sobre nuestras cabezas a diario, pero no percibimos...

La Osa Mayor, Casiopea... la Vía Láctea... qué pequeño te percibes bajo este manto estrellado, qué ínfimos somos para lo importantes que nos creemos a veces...

Ay... Belenos, no dejes caer tu cielo sobre nuestras cabezas... y mantenlo siempre limpio en algún sitio para que podamos verlo...

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Tengo el privilegio de haber nacido y de vivir en un lugar cuyos cielos se consideran los más limpios del mundo.
Y digo que es un privilegio porque nadie elige el lugar de nacimiento.
Recuerdo que de pequeños mi abuela nos prohibía contar estrellas. Tenía ella la superstición de que si contábamos estrellas nos salían verrugas. Por eso... yo seguía contándolas a escondidas y de las verrugas... ni rastro.
Nos decía, también, que cuando se veía caer una estrella del firmamento es que una bruja había muerto y, por tanto, teníamos que alegrarnos.
Hoy... años después, sigo contando las estrellas, me encantan las estrellas fugaces y sigo sin creer en brujas.
Cada año, cuando ocurre el fenónemo de la lluvia de estrellas, cojo mi coche y subo a las cumbres más altas de la isla. El espectáculo que desde allí se observa y lo que me hace sentir no es transcribible con palabras, pero sí sé que la piel se me pone como carne de gallina y, luego, me invade una paz y una serenidad inmensas.

Anfar

Anónimo dijo...

Yo una vez vi una estrella fugaz. Nunca había visto ninguna, y fue este verano. Cuando mi mente llegó a la conclusión de que era realmente una estrella fugaz pensé un deseo. No lo recuerdo.

Antes de irme a dormir siempre me fumo un cigarro en la ventana. Y miro al cielo e intento descubrir estrellas nuevas cada día. Es mi momento de paz, de pensar en lo que he hecho y en lo que haré. De hacer borrón y cuenta nueva. De descubrir ilusiones perdidas y de reencontrarme conmigo misma.

Un beso.

LIA.

Anónimo dijo...

Yo he sabido que cada vez que vez una estrella fugaz debes pedir un deseo.
A mí siempre me han gustado mucho las estrellas y me gusta ese azul intenso en que reposan.
Me encanta localizar las osas mayores y menores.
Me gusta aprender del resto de las estrellas, siempre me han parecido que son simpáticas y divertidas el verlas y buscarlas y aprender a conocerlas.
Además que las encuentro siempre misteriosas.:)

Viktor dijo...

Hay un cuento de Ray Bradbury que leí hace muchos, muchos años. Un astronauta, a la deriva en el espacio tras la destrucción de su nave, va siendo arrastrado lenta pero inevitablemente por la gravitación terrestre. Sabe que su destino será abrasarse por el rozamiento con la atmósfera y que, por lo tanto, le quedan pocos minutos. Analiza su vida, la encuentra vacía, sin objeto. En su desesperación, en su soledad piensa: "si al menos alguien me viera".

Cambia el punto de vista. Un niño le dice a su madre, alborozado, señalando un punto del firmamento. "Mira, mamá, una estrella fugaz". "Rápido, piensa un deseo".

A veces arder es un modo de brillar.

Besos.

DIÓGENES dijo...

Hace unos años, en agosto, cuando dicen que se caen las Pléyades, las palomas griegas, fuimos al monte a ver una anunciada lluvia de estrellas... jóvenes, viejos, todos competíamos para ver quién veía la siguiente, quién contaba más...

La noche siguiente, repetí yo el paseo hasta las afueras del pueblo y me encontré con una anciana que miraba el cielo... al verme me dijo... ¡qué pena! ¿te has fijado? Cayeron tantas estrellas ayer, que hoy se ven menos, ya casi no quedan...

Mi hija pide un deseo cuando ve una centella estrellada, un cometa surcar el cielo hasta que se apaga... pero el deseo no se dice... solo consigo su sonrisa y su boca cerrada, si intento robárselo...

Es una pena no poder ver desde cualquier sitio lo que nos cubre, lo que nos rodea...

Anónimo dijo...

Sí que somos pequeñitos, Diógenes (bueno... unos más que otros, porque hay gente muy grande...).

Yo fui, en mi infancia y adolescencia, de las que tuvo la suerte de tener pueblo donde ir. Recuerdo esos veranos llenos de bicicletas, de vacas y cabras, de magulladuras, de rosquillas caseras, y sobre todo, llenos de estrellas, de noches mágicas absolutamente abarrotadas de estrellas. Siempre tuve predilección por Betelgeuse, supongo que su sonoro nombre brillaba de forma especial en mi infantil oído.

Sigo teniendo la suerte de disfrutar de ese lugar maravilloso lleno de estrellas que ahora comparto con mi peque. Y, sinceramente, me emociona la idea de que lo disfrute ahora y lo recuerde en un futuro.

Gracias, Diógenes, por llevarme hoy hasta allí.
Lula.