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martes, 2 de octubre de 2007

EL GRITO...


El grito es el escape de un estado anímico... al que se llega de repente, o poco a poco...

Hay quien grita de miedo, de temor, de desasosiego continuo...

Hay quien grita de rebeldía... para rebelarse de lo impuesto, de la norma...

Hay quien grita por la vida... cansado de tantos reveses...

Hay quien grita simplemente para responder a otro grito...

Hay gritos de alegría, de manifiesto certero de la felicidad que sentimos...

Hay gritos de dolor... muchas veces ajeno, que no es nuestro... y nos duele...

Hay gritos callados... que no se oyen, que se expresan hacia dentro... y que muy raramente se reflejan en un rostro sombrío...

Yo nunca he podido gritar... quizás es que nunca haya aprendido... y no sé si alguna vez podré hacerlo...

Pero vosotros, ¿habéis gritado ya? ¿por qué gritaríais al viento?

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Soy una persona que controla muy bien sus emociones y pasiones. Prefiero ser racional y hacer lo posible para evitar situaciones que pueden llevar a gritar. Consecuentemente, cuando grito hay un grado de provocación importante y tiene cierto efecto sobre la victima (años de practica en el ejercito).

He gritado en contadas ocasiones y las personas que han provocado mi ira no han vuelto a probar su suerte. Prefieren el método racional de relacionarse conmigo.

Snowhite

Anónimo dijo...

Los gritos siempre han estado presentes en mi vida. Mi padre es muy dado a hacerse entender mediante gritos sin sentido. Algo que nunca he podido soportar. Ahora le contesto gritándole también. Le digo que gritar podemos gritar todos, y que si me grita le contestaré de la misma manera. Eso hace que reaccione. Aunque después siempre piensa que no era para tanto.

Habiendo crecido así puedo decir que en muy raras ocasiones he gritado. No creo que por levantar más la voz vaya a tener más razón o se me vaya a entender mejor. Pero hay que saber que hay dos clases de personas que gritan, las que si les hablas bajito se dan cuenta y bajan también ellas el tono de su voz. Y después están los que necesitan una contestación en el mismo tono que les sirva de revulsivo.

También he gritado en manifestaciones. Para mí los mejores gritos, los que te vinculan con los demás, los que emites al unísono, los que en cierto modo esconden un grito de rabia, los que son una excusa para desahogarte. Después de esos te sientes llena de energía.

Un beso.

LIA.

Anónimo dijo...

Antes de nada, enhorabuena por el blog. Siempre ha sido un placer leerte, e intuirte, a través de tus puntos suspensivos.
No soy excesivamente gritona, puestos a modular la voz, siempre he preferido los susurros, la media voz, las palabras ronroneadas al oído.
Eso sí, me llama la atención la visión "negativa" del grito en los comentarios de hoy. Yo grito, cuando lo hago, por instinto, por impulso, y no necesariamente negativo, antes al contrario. Hay cosas que me hacen gritar, el placer, la sorpresa, la risa incontenida...

DIÓGENES dijo...

Dijo Bécquer, "Maese Pérez, el organista":

"El horror había helado la sangre de mis venas; sentía en mi cuerpo como un frío glacial, y en mis sienes fuego... Entonces quise gritar, quise gritar, pero no pude. El hombre aquel había vuelto la cara y me había mirado...; digo mal, no me había mirado, porque era ciego... ¡Era mi padre! "

una mujer dijo...

Pocas veces he gritado yo, querido amigo, y ha sido, por ejemplo, de rabia e impotencia cuando mi hijo, adolescente, me ha ignorado. Entendí, de pronto, que eso no nos llevaba a nada bueno, sino a perdernos el respeto.

He sentido un grito ahogado en mi interior, que no ha llegado a salir, con cada muerte de mis seres queridos.

La última vez que grité fue cuando vi pasar un autobús cargado de futbolistas millonarios del Atlético de Madrid, escoltado por decenas de policias, motorizados y en coche, gastando recursos de todos los colores del erario público, es decir, de nuestra hucha común. Fue un grito de indignación y, obviamente, fue un insulto.

Me gustaría no volver a sentir deseos de gritar, ni estrepitosamente ni de forma ahogada.

Un abrazo

Anónimo dijo...

Hola Diógenes.

Vengo de prisa porque ya he respirado un poco y estoy más tranquila, y me gusta tu blog.

Gritar no grito normalmente te dan ganas cuando ya no puedes más. Hay situaciones a veces tan extremistas que te llevan, Pero en general los gritos me resultan odiosos y nada finos para los oídos. Recuerdo que mi madre me decía que hasta la voz se educaba cuando solamente me oía llamar en voz alta a mi hermana. Me encanta la gente suave en sus maneras, todo se pega y si estamos con alguien asi los demás también somos así.
Aunque quizá dependa esto del lado más dominante.
No me gusta gritar y oír gritar menos. Me he comprado unos tapones para los oídos porque mi vecina tiene una hijita que todo el día la está regañando y la niña no para de llorar, te juro que hay días en que tengo ganas de irle a decir que trate mejor a su hija y le ponga más atención, porque ya estoy hasta el gorro. A diferencia mi vecina de abajo tiene una hiña igual pero jamás he oído sonreír tanto a una niña como a ella es la antitesis de la vecinita de al lado que cualquier día sucumbo aunque no lo creo ya lo habría hecho.
Mi solución: los estupendos tapones que me he comprado y os lo recomiendo a todos porque los decibelios nos van bajando el nivel de audición día a día.
Y ahora me voy a dar una vuelta por el blog que nos has recomendado. Luego regreso a conversar en tus otras entradas que me he leído con atención, está precioso todo el blog.
Un saludo.

Anónimo dijo...

Hola Diógenes:

Estoy de vuelta y ayer te decía que jamás había oído reír y gritar a una niña de felicidad como a mi vecina de abajo, es algo maravilloso, esos gritos son maravillosos. Pero creo que me salgo de lo que preguntas.
No grito, de verdad que o grito, odio los gritos, desentonan tanto. Quizá si haya gritado muchas veces para mis adentros solamente por tristeza.