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lunes, 31 de marzo de 2008

FATALIDAD...

Ananké, satélite de Jupiter

Muchas veces las aguas del rio vienen imposibles, son amargas y graves, salvajes y distintas y no podemos hacer nada.

Hay ciertas aguas a las que no podemos oponernos, como decía el abate Fauchelafleur en El barón rampante de Italo Calvino. Al agua que no podemos oponernos dejarla correr, decía.

Curioso libro en el que se habla de la vida de Cosimo Piovasco, barón de Rondó, el cual en un gesto de rebelión, se fija una voluntaria y difícil regla que sigue hasta las últimas consecuencias, ya que sin ella él no sería el mismo ni para sí ni para los otros.

Ananké, decían los griegos al suceso inevitable que derivaría en el latino fathum.

Borges y Joyce, los dos poetas, los dos enamorados de la Odisea. Los dos soñaron con ser Ulises unidos a la fatalidad de la lengua. Borges que se refirió al tango querendón, alegre, sencillo y travieso en los inicios. De nuevo la fatalidad.

Y que mejor fatalidad, aquella de la que habla un tango.






Fatalidad, de Julio Jaramillo.

Nocturno de celaje deslumbrante
tu encanto rememoro a cada instante
romance del momento en que vivieras
con el alma iluminada, descubriendo en tu mirada
un amor que nadie tuvo para mi
aunque aciago el destino, dividió nuestro camino
y angustiado para siempre te perdí.

Fatalidad signo cruel, en su rodar se llevo
el más valioso joyel que tu querer me brindo
el calor permanente de un cariño,
que ávido como un niño de ti tanto espere

Porque te fuiste mujer, como un sueño fugas
dejando en todo mi ser una ansiedad pertinaz
ahora espero en las noches tu regreso
al sitio donde un beso fue chispa de mi fe

Estrella fugitiva de mi anhelo
me lleva por desconocido cielo
detente no me robes la alegría
sin tu influjo iluminoso, mi existencia es un destrozo
oh gitana son tus ojos mi guion
no te apartes del camino, bella luz que me ilumina
oh gitana mi nocturno de pasión

Porque te fuiste mujer, como un sueño fugas
dejando en todo mi ser una ansiedad pertinaz
ahora espero en las noches tu regreso
al sitio donde un beso fue chispa de mi fe

http://es.youtube.com/watch?v=W5pmD1BAQgw&feature=related


Y digo yo, ¿existe la fatalidad?

18 comentarios:

Silvia dijo...

No me gusta nada la palabra "fatalidad". Para el "proactivo", "empático", "positivo"... la vida no le lleva, él lleva su propia vida. Me quedo con esto.
Saludos a todos.
Silvia

Manu Espada dijo...

Tampoco me gusta la palabra fatalidad por lo que conlleva de "inetabilidad", como si las cosas malas de la vida viniesen por culpa de una especia de destino fatal escrito en no sé qué Universo paralelo, pero claro, es que si no crees en el destino tampoco puedes creer en la "fatalidad".

Mamen dijo...

No creo que exista la fatalidad, quizás a veces tiremos de ella para dar cierto sentido a lo que nos ocurre, o para echar balones fuera y no asumir responsabilidades. Las cosas ocurren sin más, y ocurren a pesar de nuestro sentir.

Besos.

Princesa dijo...

Creo que más que existir, la buscamos, la recreamos, pero nunca la encontramos...sólo es un mal trago que tomamos...y a veces nos causa una indigesta más que continua....

Un saludo Sr. Diógenes, seguire visitandolo!

María dijo...

Yo entiendo por fatalidad lo que pueda considerarse como una especie de desgracia, y que también puede llamarse fatalidad, a algo malo que nos ocurra y que lo podemos expresar con esa palabra.

En realidad las fatalidades empiezan a surgir desde que ponemos ya nuestra vida en la tierra, porque puede suceder toda la clase de adversidades en el camino, y que esas fatalidades debemos ir superándolas para toparnos con otras y así sucesivamente.

Si siempre fuéramos felices, nunca podríamos apreciar la felicidad, para lo cual, como la noche precede al día, y las nubes al sol, también es necesario en la vida de las personas, que haya adversidades, de todas ellas vamos aprendiendo, a la vez.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Creer en el destino es una forma de no ser responsables de nuestra propia existencia, de nuestros actos.

Creer en la fatalidad es rendirse ante la adversidad, pensar que no existe otro camino.

Un beso.

LIA

Anónimo dijo...

Diógenes eres un poco depre... ¡Vaya temas!

Anónimo dijo...

La idea del fathum es, efectivamente, la idea de algo inevitable... algo que está unido a nuestro destino por fuerzas misteriosas.
Pero la fatalidad no tiene necesariamente que ser negativa, también puede ser positiva.
Es un tema bastante complejo como para despacharlo en pocas palabras, pero yo si creo en la fatalidad (tanto en la negativa como en la positiva).
Es cierto que nos gusta pensar en la fatalidad cuando queremos eludir nuestra responsabilidad, como habeis señalado algunos. Pero también es cierto que nos ocurren cosas en las que no tenemos ninguna responsabilidad.
Por ejemplo: voy al banco a realizar una gestión, entra un atracador armado, se pone nervioso y dispara... la bala me alcanza a mi... ¿tengo alguna responsabilidad en lo que me ha ocurrido?.

En la vida hay un margen de libertad (para algunas personas más y para otras menos), pero nunca la libertad es del cien por cien.

Besos para todos.

Anónimo dijo...

Yo una vez tuve una fatalidad.

No era una fatalidad grande, pero tampoco era pequeña, a mi entender. Aquella fatalidad vendría levantando unos tres palmos del suelo, con lo que calculo yo que era una fatalidad medalla de plata, aunque es cierto que no soy fatimensor y quizá me equivoque. La fatalidad la tuve mucho tiempo por ahí; unos días estaba más parada, como triste, y otros días se movía con la diligencia inagotable de un mocoso. Siempre me dejaba perplejo aquella capacidad de movimmiento; si el día antes de que apareciera me hubieran dicho que las fatalidades podían ser tan agitadas, me habría reído con ganas y me habría burlado a gusto por la ocurrencia.

Le cantaba aquello de "Tengo una fatalidad/tú lo sabes muy bien/estás muy enterada" y a ella como que le salían de algún lado gruñiditos de koala triscón al escucharlo.

Me entristeció que desapareciera un día sin dejar rastro, mi fatalidad, porque la verdad es que no daba apenas problemas: ni se orinaba ni se ciscaba por los rincones, ni había que ponerle alimento especial. Yo, por mí, si va a ser así no tendría problema alguno en que aparecieran más fatalidades de esas. Ahora, si no hay garantías, prefiero no volver a tener fatalidades. En cambio, me gustaría tener una tarjeta Visa con veinticinco mil euros mensuales de crédito, sufragados con cargo al peculio de alguna ricachona. No tiene que ver, ya sé, pero aprovecho para colocar aquí el mensaje embotellado.

Mus

Anónimo dijo...

LA TIERRA GIRÓ PARA ACERCARNOS

La tierra giró para acercarnos
giró sobre sí misma y en nosotros,
hasta juntarnos por fin en este sueño
como fue escrito en el Simposio.
Pasaron noches, nieves y solsticios;
pasó el tiempo en minutos y milenios.
Una carreta que iba para Nínive
llegó a Nebraska.
Un gallo cantó lejos del mundo,
en la previda a menos mil de nuestros padres.
La tierra giró musicalmente
llevándonos a bordo;
no cesó de girar un solo instante,
como si tanto amor, tanto milagro
sólo fuera un adagio hace mucho ya escrito
entre las partituras del Simposio.

EUGENIO MONTEJO

Anónimo dijo...

Anónimo, pues espera a que llegue el viernes que es cuando hunde a todo cristo en la miseria. O lo intneta.

Anónimo dijo...

Anónimo eres un masoca anonimo por venir por aqui. Se nota que te sobra el tiempo y no sabes en que emplearlo.
Roberto.

Anónimo dijo...

El LUCIO es un pez agresivo, que suele comer una variedad de especies, incluyendo desde la suya propia hasta aves, sapos y pequeños mamíferos.

Es tan agresivo que alguna monografía refiere haber encontrado un Lucio de 30 centímetros intentando tragarse un ave mucho más grande que este:

Colocaron un pececillo vulnerable dentro de una urna protectora de vidrio, y lo sometieron a la acometida de un hambriento Lucio. Este, de manera frenética, intentó comérselo dándose, sus fauces, duramente, contra el resistente vidrio. Al notar los científicos la renuncia al ataque del hambriento Lucio, retiraron la urna que atrapaba al pececillo, notando, para sorpresa de ellos, que, a pesar del apetito voraz que dominaba al Lucio, éste, jamás volvió a intentar siquiera, atacarlo.

La proactividad, palabra que no se encuentra definida en el Diccionario de la Academia, ha sido entendida como la capacidad de analizar las tendencias, anticiparse a ellas y transformarlas.

Stephen Covey: "lo que nos hiere o daña no es lo que nos sucede
sino nuestra respuesta a lo que sucede" No existe la “fatalidad”.

No nos hiere lo que sucede sino la importancia que le damos a lo que sucede.

Es decir, el ser humano, tiene esa maravillosa capacidad de valorar lo que sucede, de darle una connotación favorable a un entorno disociador, perjudicial o de sufrimiento, hasta convertirlo en enseñanza.

Ser proactivo es entender que aun cuando nuestras circunstancias se muestren tremendamente difíciles, insospechadamente negativas o definitivamente malas, el ser humano posee la facultad, sagacidad y capacidad para estructurar a partir de nuestro ingenio y creatividad, los cambios suficientes que logren modificarla. Ser Proactivo, es utilizar los recursos de nuestra experiencia, individual e histórica, es aplicar los fracasos como herramienta multiplicadora de aprendizajes, es entendernos nosotros mismos en nuestras habilidades y limitaciones tendiendo a potenciar las deficiencias, mediante la capacitación, para su utilización cabal. No ser proactivo o no utilizar nuestro potencial, creatividad, recursos, valores y responsabilidades para tender a un cambio crucial, nos equipara al Lucio del ejemplo, que se niega y limita, a partir de la nimiedad de un condicionamiento, y no logra romper su propia restricción: lo que denomina el ser humano FATALIDAD.

Sinfatal

Anónimo dijo...

Qué bonito tratado de psicología...
¿Somos capaces de ser "proactivos" cuando nos vienen mál dadas?

Y ¿proactivos no eran los detergentes?

Mamen dijo...

Totalmente de acuerdo contigo, Sinfatal.
No conocía la palabra pero soy proactiva. Es más, cuanto más difícil es la situación que me rodea, más proactiva me muestro (y esto me ha ocurrido en situaciones realmente dramáticas en las que mi actitud no parecía muy "normal" a los demás).

Sin duda nuestro sufrimiento es la medida de nuestra reacción.
Besos.

Silvia dijo...

De acuerdo, Sinfatal; ya lo dije en el primer mensaje.

Por eso, no es cierto o no me creo, la expresión: "nos viven". Ni si quiera hay que ser egoístas para que no nos vivan. Hay que ser uno mismo, simplemente.

Son pretextos que nos ponemos para no tomar decisiones o para justificar la vida que elegimos, quizá, cómodamente.

Nadie es responsable, siendo adultos, de lo que hacemos o elegimos, ni siquiera nuestros padres, que como ya sabemos :-)) convierten los hijos (príncipes) en adultos (sapos), tampoco podemos justificarnos, escudarnos, en el pasado vivido. Somos dueños de nuestras decisiones.

Es lo más positivo y estupendo que podemos regalarnos. Creer en que solo nosotros podemos ejercer nuestra vida como sepamos o queramos llevarla.
Nadie dijo que, con todo eso, sentirse satisfecho, sea fácil.

Saludos a todos.

Anónimo dijo...

Total que lo que existen son las palabras que definen lo que ocurre o la opinión que tenemos de ello.
¿es eso?

Anónimo dijo...

María, no entiendo lo que quieres decir. Las palabras existen: cierto. Las palabras definen y las palabras sirven para opinar. Todo ello es cierto. Lo que no se entiende es qué quiere decir eso en este contexto. Porque, verdaderamente, el sentido de lo que estábamos hablando es mucho más profundo que solo la mera parte formal de la expresión. Es la parte de interiorizar lo que se vive y de ahí, surge el devenir de los hechos. Los hechos, María, no son solo palabras.

Sinfatal