Ayer cogí un tren…
Me levanté muy temprano y a las 7:40, salida puntual, me senté frente a una dama de ojos azules, con destino a Mérida.
Me compré una bolsa de “chuches” como leí en SATURNALIA y esperé.
Se bajó en Illescas y el único comentario fue a raíz de un pisotón que me dio entres sueños y una sonrisa. Algo es algo. Guardé mis golosinas y me puse a dormitar.
Cuando desperté el paisaje había cambiado. Veía alcornoques y encinas. Muchas, pero que muchas cigüeñas, vacas, toros y algún conejo (No Mus, de los otros…) De esos animales de los que me gustan hasta los andares, ni rastro.
Al llegar a Cáceres, se subió ella. (Digo ella, porque nunca sabré su nombre). Hubo sonrisa por sonrisa, buenos días por buenos días, y nada más.
El paisaje había cambiado. Veía todos cuesta abajo, montes brillantes, lisos, sin estrías… curvas de desnivel que a cada centímetro padecían distintas… algún valle que se descubría por un instante y que volvía a esconderse… fuera del tren, también había cambiado el paisaje.. ays… qué despierto llegué a Mérida.
Bajé del tren, me fui a la Junta, papeleé lo necesario y terminé en media hora.
El puente nuevo estaba ocupado por camiones que pitaban. Se manifestaban ante la Junta. Pensé que si la movida iba en aumento lo mismo conocería las noches emeritenses. Al poco me di cuenta que la ciudad me gustaba. No, no me importaría “emeritarme” (aquí o inventamos todos o tiramos la …) en esta ciudad.
Mi autobús de vuelta salía a las 16:15 y había quedado con un bloguero para comer.
Migas y paletilla asada. Arroz con leche de postre… mmmmmm… sin palabras.
Estuvimos hablando de estrategia, de batallas, de blogs varios y me enseñó algunas de las ruinas que hacen de esta ciudad un destino apropiado para quien le guste la historia. Yo me he apuntado ya un regreso.
Cruzamos el puente romano (impresionante) y al autobús.
Nada, en el autobús, tampoco. Me comí las “chuches” yo solo.
Qué amarga es la vida del viajante…
Me levanté muy temprano y a las 7:40, salida puntual, me senté frente a una dama de ojos azules, con destino a Mérida.
Me compré una bolsa de “chuches” como leí en SATURNALIA y esperé.
Se bajó en Illescas y el único comentario fue a raíz de un pisotón que me dio entres sueños y una sonrisa. Algo es algo. Guardé mis golosinas y me puse a dormitar.
Cuando desperté el paisaje había cambiado. Veía alcornoques y encinas. Muchas, pero que muchas cigüeñas, vacas, toros y algún conejo (No Mus, de los otros…) De esos animales de los que me gustan hasta los andares, ni rastro.
Al llegar a Cáceres, se subió ella. (Digo ella, porque nunca sabré su nombre). Hubo sonrisa por sonrisa, buenos días por buenos días, y nada más.
El paisaje había cambiado. Veía todos cuesta abajo, montes brillantes, lisos, sin estrías… curvas de desnivel que a cada centímetro padecían distintas… algún valle que se descubría por un instante y que volvía a esconderse… fuera del tren, también había cambiado el paisaje.. ays… qué despierto llegué a Mérida.
Bajé del tren, me fui a la Junta, papeleé lo necesario y terminé en media hora.
El puente nuevo estaba ocupado por camiones que pitaban. Se manifestaban ante la Junta. Pensé que si la movida iba en aumento lo mismo conocería las noches emeritenses. Al poco me di cuenta que la ciudad me gustaba. No, no me importaría “emeritarme” (aquí o inventamos todos o tiramos la …) en esta ciudad.
Mi autobús de vuelta salía a las 16:15 y había quedado con un bloguero para comer.
Migas y paletilla asada. Arroz con leche de postre… mmmmmm… sin palabras.
Estuvimos hablando de estrategia, de batallas, de blogs varios y me enseñó algunas de las ruinas que hacen de esta ciudad un destino apropiado para quien le guste la historia. Yo me he apuntado ya un regreso.
Cruzamos el puente romano (impresionante) y al autobús.
Nada, en el autobús, tampoco. Me comí las “chuches” yo solo.
Qué amarga es la vida del viajante…
10 comentarios:
Yo solía ir a Mérida todos los años a ver a un amigo, pero ya no vive allí, así ahora voy a Cáceres, que también es impresionante.
Bueno, conociste o estuviste en una bonita ciudad, te diste un homenaje gastronómico con un gloguero, disfrutaste del paisaje...de cualquier manera cuando viajes lleva "chuches" jajaja como decía el Navaja la vida te da sorpresas sorpresas te da la vida jajaja, quien sabe!!
(La verdad que nada que ver con el otro viaje pero bueno no estuvo mal no?).
Un beso chuchero
Hola Agustiógenes!!
¿Ya no revisas tu correo????
Diógenes... es que Cáceres por su "orografía" es digna de visitar.
Te lo digo yo.
Saludos.
Bueno, bueno... despellejasteis muchos blogs????? jajajajjajajaja
Besicos con chuches :)
Manu, Cáceres la vi desde el tren... en otra ocasión.
Charo, es lo que tiene un viaje... puede pasar una cosa... o dos... u otra totalmente distinta.
Kaska, ¡Te contesté cuando vine de Mérida! Dime si no lo has recibido.
Manqueospese, doy fe... doy fe.
Belén... ¿sincereamente?... uhmmm.. alguno... alguno... jajajaja.
Hace mucho tiempo que no me vienes a visitar el blog, pero yo vengo al tuyo ahora que ya no estoy en paréntesis.
Saludos.
Siempre he querido conocer Extremadura y pienso no morirme antes de visitarla. La primera persona que trajo el apellido que llevo, procedía de allí. No me enorgullece, precisamente, porque vino como representante de la Inquisición... ¡Es lo que hay!, aunque, a pesar de ello, en su beneficio puede decirse que no condenó a nadie. No obstante: menudo chaflameja y totorota como antepasado. Los extremeños se beneficiarían de haberse quitado de encima a tremendo nota.
Por cierto "maestro", si alguna vez viene por esta tierra, va a tener que olvidarse del tren. Ahora bien, puede llevar sus chucherías en las guaguas si así le place. :-)
Un abrazo
No conozco nada de Extremadura, muy a mi pesar. Habrá que poner remedio un dia de éstos.
Y yo que te he imaginado como William Hurt en esa hermosa película:
http://es.youtube.com/watch?v=sTdhK95v-Mo
Besos.
María, sin duda te visito... y dejo mi huella. Fíjate bien...
Las guaguas... Anfar... recuerdo un programa infantil cuando yo era infantil, con este nombre.
Yolanda, me encanta como empieza esa película...
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