Llega el fin de semana.
Aquella lámpara olvidada se encuentra llena de polvo, deslucida, relegada a un rincón de nuestra alma. Somos capaces de pararnos, de detenernos en esta vida alocada. Buscamos un paño limpio, cogemos la lámpara del asa, y la lustramos con esmero, con ganas, sabiendo que es nuestro sueño y podemos imaginar lo que queramos. Mientras el polvo va desapareciendo, un extraño gas empieza a salir de la lámpara por su boca casi cerrada. El gas se hace más denso, más opaco, más inquietante, y en un momento se va creando una figura que adivinamos. La silueta de un ser, se imagina. Un ser volátil y a la vez sólido, con grosores y formas que lo humanizan, a la vez que se llena de tonos. Apreciamos que sin llevar un alfanje colgante si viste como en Oriente. Bajo un turbante, una tez oscura. Sobre la cara, una dibujada perilla. Y de repente, sus ojos cerrados se abren y miran. Se fija en los nuestros y dice:
Soy el genio. Me has despertado, y por ser el día de tu Venus, a la que las gentes del Norte llaman Freyja, te concedo un deseo… el deseo de viajar.
Imagina que puedes ser Odiseo, pero no para encontrar su Ítaca sino para perderte, para realizar el viaje que sueñas.
Da igual que sea a un castillo, un festival de música, un concierto, ruinas sagradas, a un restaurante, una catedral, un museo, una isla paradisiaca…
Piensa si quieres ir solo o con una deseada compañía. Como puedes pedir, pídelo.
Ahora bien, si eres de los que te deprimes los viernes. De los que están mejor y son más felices en el trabajo que cualquier otro sitio. Yo te maldigo. No soy tu genio, y por tanto no mereces nada, porque tu vida ya está esclavizada. Perteneces al Sultán de las Cadenas, el que utiliza lo no importante para martirizarte, el que te niega la vida y te hace no vivido. Tu alma ya tiene dueño.
Sí… sí… critícame lo que quieras porque me da igual. Nada tienes y nada tendrás, porque ya has elegido.
Pero si eres del resto, de los que sueñan, de los que aman, de los que desean, de los que la ilusión no es una palabra desconocida. Soy tuyo, dime… ¿Dónde te llevo?
Aquella lámpara olvidada se encuentra llena de polvo, deslucida, relegada a un rincón de nuestra alma. Somos capaces de pararnos, de detenernos en esta vida alocada. Buscamos un paño limpio, cogemos la lámpara del asa, y la lustramos con esmero, con ganas, sabiendo que es nuestro sueño y podemos imaginar lo que queramos. Mientras el polvo va desapareciendo, un extraño gas empieza a salir de la lámpara por su boca casi cerrada. El gas se hace más denso, más opaco, más inquietante, y en un momento se va creando una figura que adivinamos. La silueta de un ser, se imagina. Un ser volátil y a la vez sólido, con grosores y formas que lo humanizan, a la vez que se llena de tonos. Apreciamos que sin llevar un alfanje colgante si viste como en Oriente. Bajo un turbante, una tez oscura. Sobre la cara, una dibujada perilla. Y de repente, sus ojos cerrados se abren y miran. Se fija en los nuestros y dice:
Soy el genio. Me has despertado, y por ser el día de tu Venus, a la que las gentes del Norte llaman Freyja, te concedo un deseo… el deseo de viajar.
Imagina que puedes ser Odiseo, pero no para encontrar su Ítaca sino para perderte, para realizar el viaje que sueñas.
Da igual que sea a un castillo, un festival de música, un concierto, ruinas sagradas, a un restaurante, una catedral, un museo, una isla paradisiaca…
Piensa si quieres ir solo o con una deseada compañía. Como puedes pedir, pídelo.
Ahora bien, si eres de los que te deprimes los viernes. De los que están mejor y son más felices en el trabajo que cualquier otro sitio. Yo te maldigo. No soy tu genio, y por tanto no mereces nada, porque tu vida ya está esclavizada. Perteneces al Sultán de las Cadenas, el que utiliza lo no importante para martirizarte, el que te niega la vida y te hace no vivido. Tu alma ya tiene dueño.
Sí… sí… critícame lo que quieras porque me da igual. Nada tienes y nada tendrás, porque ya has elegido.
Pero si eres del resto, de los que sueñan, de los que aman, de los que desean, de los que la ilusión no es una palabra desconocida. Soy tuyo, dime… ¿Dónde te llevo?
* * *
Diógenes elige un viaje a una ciudad. Pero a esta ciudad quiere llegar en barco. Quiere verla aparecer en el horizonte como si fuera el pirata de Espronceda. Ver como emergen los seis alminares majestuosos de la mezquita del Sultán Ahmed enfrente de la Iglesia de la Divina Sabiduría.
6 comentarios:
Santa Sofía, la Mezquita Azul, las islas griegas, Atenas... poder ver de nuevo el atardecer desde lo alto de una colina en Mikonos, o desde Cabo Sunion, Creta...el sueño de mi vida.
Si el genio no concede tanto lujo, me conformaría con poder ir a comerme un bocata de calamares y una cañita, pero con mi Odiseo particular.
La primera frase oida por la mañana tras salir de casa: -"Buenos días, además es viernes" Le miro y en nuestras caras somnolientas despierta la sonrisa de quien sabe que el fin de semana siempre le depara el viaje de su vida.
¿Un genio para hacer unos de esos viajes estupendos y maravillosos? por supuesto, para ver amanecer entre montañas, para conocer antiguas piedras y para mil cosas pendientes de ver o hacer.
¿Un viaje adsequible para cada fin de semana? siempre, para desconectar de la rutina del trabajo, la ciudad, los horarios, las obligaciones. Un simple viaje cercano, a comer al campo con los amigos, a acercarse a la montaña más próxima a pasear, tan simple y tan intenso que repones fuerzas para seguir toda la semana aguantando jefes insufribles, atascos estúpidos, compañeros imbéciles y rutinas varias. Otra semana esperando otro viaje, alejarte de esto.
Previsión para mañana: buen tiempo y barbacoa campestre acompañada de un montón de duendecillos.
Saludos, feliz viernes.
Este tema del genio ya se sacó.
¿Otra vez el genio?
Llévame a un lugar donde encuentre un mundo interior lleno de decisiones, donde el fracaso sirva como empuje y aliciente para volver a caminar, a un mundo sin barreras ni limitaciones, donde encuentre ese camino, ahí es donde quiero ir.
Un abrazo.
A mí me gustaría irme a la playa, aquí hace un calor de muerte. Además necesito ver el mar, hace tanto tiempo que ya apenas recuerdo su sonido y su olor.
Un beso.
LIA
No puedo estar más en desacuerdo con lo dicho por el genio. Aunque es verdad que para la gran mayoría de las personas el trabajo es un castigo, ésto no es cierto para unos cuantos, los que sueñan para convertir sus sueños en realidad. Cierto es que hay personas que no saben disfrutar de otros placeres distintos al trabajo(tal vez ni siquiera disfrutan el trabajo y simplemente no saben en qué emplear el tiempo, o no quieren estar en casa, o piensan que desperdician el tiempo haciendo otra cosa), pero estos son tan esclavos del miedo, la angustia, la mediocridad, la resignación, como aquellos que teniendo un trabajo, éste les pesa porque nunca han sido capaces de encontrar un trabajo creativo que les haga disfrutar de lo que hacen día a día para ganarse el pan. Estos también eligieron.
Azucena.
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