Nochevieja, el lunes. Ya no vendré por aquí hasta el año nuevo.
Ya se acaba el año… campanadas y uvas en España (pasas en Argentina).
Viticultores alicantinos iniciaron esta costumbre a principios del siglo XX para dar salida a una gran cosecha y de ahí… hasta la ropa interior roja. Resulta que la nochevieja ya es un protocolo refinado.
Un antiguo compañero se jactaba de una nochevieja de empujones amatorios con la novia, al son de las campanadas… en fin, qué grande fue Rafael Guerra “Guerrita” al decir “Hay gente pa to”.
Yo, a mi edad, si me prometo que se cumpla una partida al mus, junto a un güisqui de malta con unos hielos para esa noche… voy listo. Pero esto será después de las uvas. Antes asistiré a la autopsia sistemática de doce uvas, por parte de la mayoría, ya que les quitan las pepitas, virginidad ósea que parece les atraganta.
Y más tarde el dormir, que en la mañana sonarán valses y miraremos volar a los esquiadores por una rampa construida en lejanas montañas… si, así amanecen mis años, después de muchos años.
Pero yo, en estas fiestas también pienso en un recuerdo. Sí, lo se... es parte del camino pasado.
Hay veces que soy pobre en palabras para expresar un sentimiento, dejadme que se las coja prestadas a un gran poeta, don ANDRES ELOY BLANCO:
LAS UVAS DEL TIEMPO
Madre: esta noche se nos muere un año.
En esta ciudad grande, todos están de fiesta;
zambombas, serenatas, gritos, ¡ah, cómo gritan!
claro, como que todos tienen su madre cerca
Yo estoy tan solo, madre,
¡tan solo! pero miento, que ojalá lo estuviera;
estoy con tu recuerdo y el recuerdo es un año
pasado que se queda.
Si vieras, si escucharas este alboroto: hay hombres
vestidos de locura, con cacerolas viejas,
tambores de sartenes,
cencerros y cornetas,
el hálito canalla
de las mujeres ebrias,
el Diablo con diez latas prendidas en el rabo
anda por esas calles inventando piruetas
y por esta balumba en que da brincos
la gran ciudad histérica,
mi soledad y tu recuerdo, madre,
marchan como dos penas.
Esta es la noche en que todos se ponen
en los ojos la venda,
para olvidar que hay alguien que está cerrando un libro
para no ver la periódica liquidación de cuentas,
donde van las partidas al Haber de la Muerte,
por lo que viene y por lo que se queda
porque lo que sufrimos se ha perdido
y lo gozado ayer es una pérdida.
Aquí es de tradición que en esta noche
cuando el reloj anuncia que el Año Nuevo llega
todos los hombres coman, al compás de las horas
las doce uvas de la Noche Vieja.
Pero aquí no se abrazan ni gritan: «Feliz Año»
como en los pueblos de mi tierra
en este gozo hay menos caridad;
la alegría de cada cual va sola y la tristeza
del que está al margen del tumulto acusa
lo inevitable de la casa ajena.
¡Oh, nuestras plazas,donde van las gentes
sin conocerse,con la buena nueva!
Las manos que se buscan con la efusión unánime
de ser hormigas de la misma cueva
y al hombre que está solo,bajo un árbol
le dicen cosas de honda fortaleza:
—Venir, compadre, que las horas pasan
¡pero aprendamos a pasar con ellas!
—Y el cañonazo en la Planicie
y el Himno National desde la Iglesia
y el amigo que viene a saludarnos:
—Feliz Año, señores—y los criados que llegan
a recibir en nuestros brazos
el amor de la casa buena.
Y el beso familiar a medianoche:
—La bendición, mi madre.
Que el Señor te proteja...
después, en el claro comedor,la familia
congregada para la cena,
con dos amigos íntimos y tú, madre, a mi lado
y mi padre, algo triste, presidiendo la mesa.
¡Madre, cómo son ácidas
las uvas de la ausencia!
¡Mi casona oriental! aquella casa
con claustros coloniales,portón y enredaderas,
el molino de viento y los granados,
los grandes libros de la biblioteca,
—mis libros preferidos:tres tomos con imágenes
que hablaban de los Reinos de la Naturaleza—
Al lado, el gran corral, donde parece
que hay dinero enterrado desde la Independencia,
el corral con guayabos y almendros,
el corral con peonías y cerezas
y el gran parral que daba todo el año
uvas más dulces que la miel de las abejas!
Bajo el parral hay un estanque,
un baño en ese estanque sabe a Grecia;
del verde artesonado, las uvas en racimos,
tan bajas, que del agua se podría cogerlas,
y mientras en los labios se desangra la uva,
los pies hacen saltar el agua fresca.
Cuando llegaba la sazón tenía
cada racimo un capuchón de tela,
para salvarlo de la gula
de las avispas negras,
y tenían entonces
una gracia invernal
las uvas nuestras,
arrebujadas en sus telas blancas,
sordas a la canción de las abejas...
Y ahora, madre,que tan solo tengo
las doce uvas de la Noche Vieja,
hoy que exprimo la uva de los meses
sobre el recuerdo de la viña seca
siento que toda la acidez del mundo
se está metiendo en ella,
porque tienen el ácido de lo que fue dulzura
las uvas de la ausencia.
Y ahora me pregunto:
¿Por qué razón estoy yo aquí?¿qué fuerza pudo
más que tu amor,que me llevaba
a la dulce anonimia de tu puerta?
¡Oh, miserable vara que nos mides!
el Renombre, la Gloria...¡pobre cosa pequeña!
cuando dejé mi casa para buscar la Gloria,
¡cómo olvidé la gloria que me dejaba en ella!
Y ésta es la lucha ante los hombres malos
y ante las almas buenas;
yo soy un hombre a solas en busca de un camino
¿dónde hallaré camino mejor que la vereda
que a ti me lleva, madre, la vereda que corta
por los campos frutales, pintada de hojas secas,
siempre recién llovida,
con pájaros del trópico,muchachas de la aldea
hombres que dicen—Buenos días, niño—
y el queso que me guardas siempre para merienda?
Esa es la gloria, madre, para un hombre
que se llamó Fray Luis y era poeta.
¡Oh, mi casa sin críticos,
mi casa donde puede mi poesía
andar como una Reina!
¿qué sabes tú de formas y doctrinas,
de metros y de escuelas?
tú eres mi madre,que me dices siempre
que son hermosos todos mis poemas;
para ti, yo soy grande,cuando dices mis versos,
yo no sé si los dices o los rezas...
Y mientras exprimimo en las uvas del Tiempo
toda una vida absurda,la promesa
de vernos otra vez se va alargando
el momento de irnos está cerca
y no pensamos que se pierde todo!
por eso en esta noche,mientras pasa la fiesta
y en la última uva libo la última gota
del año que se aleja,
pienso en que tienes todavía, madre,
retazos de carbón en la cabeza
y ojos tan bellos que por mí regaron
su clara pleamaren tus ojeras
y manos pulcrasy esbeltez de talle,
donde hay la gracia de la espiga nueva,
que eres hermosa, madre todavía
y yo estoy loco por estar de vuelta
porque tú eres la gloria de mis años¡
y no quiero volver cuando estés vieja!...
Uvas del tiempo que mi ser escancia
en el recuerdo de la viña seca¡
cómo me pierdo madre en los caminos,
hacia la devoción de tu vereda!
Y en esta algarabía de la ciudad borracha
donde va mi emoción sin compañera
mientras los hombres comen las uvas de los meses
yo me acojo al recuerdo como un niño a una puerta
mi labio está bebiendo de tu seno
que es el racimo de la parra buena,
el buen racimo que exprimí en el día
sin hora y sin reloj de mi inconsciencia.
Madre, esta noche se nos muere un año;
todos estos señores tienen su madre cerca
y al lado mío mi tristeza muda
tiene el dolor de una muchacha muerta...
Y vino toda la acidez del mundo
a destilar sus doce gotas trémulas,
cuando cayeron sobre mi silencio
las doce uvas de la noche vieja.
Con permiso de don Andrés, FELIZ AÑO A TODOS.
Hace 15 años